Solo los Románticos sobreviven a la India
El Amor Incondicional y el Dharma que me sostuvo e impulsó en el Norte de India.
El título de esta carta viene de la inspiración de mi hermana de YTT, Monse. Y claro que lo reflejaré en muchos aspectos que contiene esta reflexión. Más quiero empezar por traer a palabras el recuerdo del día que nos compartió esa frase, que no nos dijo dentro de un templo, museo o maravilla del mundo moderno, sino en el lugar más común de todos.
Eramos sólo 4 de nosotros, descansando ya por la tarde en nuestro AirBnB en Agra, un lugar sin lujos pero con la comodidad suficiente para dormir una noche. Intentando sobrevivir al cansancio acumulado de tanto viaje y desveladas de los últimos días, optamos por no hacer nada más que echarnos en el sofá y ver una película que disfruto mucho: The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society —el relato de una escritura indagando en los secretos de un singular club literario en la época de la segunda guerra mundial. Pero bueno, el punto no es platicarte de qué trata la película, aunque sirve para el contexto emocional.
No teníamos más que unas galletas y un par de sobrecitos de café instantáneo para compartir, y distraernos con una historia de amor que mucho nos hacía falta. En el grupo estábamos muy sensibles, rendidos, con la energía por los suelos e incluso una de mis hermanas estaba perdiendo su voz, ni que decir la gripa que estaba a la orden del día para con el resto. Por alguna razón yo era el único que aún no me enfermaba, el estado de alerta me lo impedía. Y a la vez en medio de todo ese caos, nos sentíamos agradecidos de estar viviendo todo esto juntxs.
En un pequeño break de la película, Monse volteó a verme y me dijo que estaba muy agradecida conmigo por siempre cuidarlas, por protegerlas y hacerlas sentir seguras. Me reconoció el rol que desde el masculino tomé para acompañarles en este viaje porque sin duda marcaba la diferencia ante todo tipo de acercamiento de parte de las personas con quienes involuntariamente nos tocaba interactuar.
Era un tema que estaba entre visto y dicho a lo largo de nuestras caminatas por las calles y callejones, en la búsqueda de tuk-tuk’s, enfrente de cualquier tienda o dentro de los restaurantes. Sabíamos que como extranjeros estábamos expuestos a ser abordados en cualquier instante, podía ser un acercamiento intimidante o el más amable, casi al punto de acosarte o por el contrario, el más genuino de cariño.
Cuando había alguien que parecía iba incomodar a una de mis hermanas, bastaba con ponerme en medio y de inmediato la otra persona se daba cuenta que ella y el resto no caminaban solas (YNWA) y se apartaban pronto de nosotros —con o sin palabras. Algo que también ayudaba era que la gente local creía que yo era de la India jajaja, pero tan rápido hablaba en español esa impresión quedaba de lado; algunos me hacían notar su sorpresa al enterarse que yo era un turista tal como mis hermanas, pero les aceptaba el cumplido de la confusión y que creyeran que nací ahí —tal vez así fue en una vida pasada y por eso el parecido físico.
También había un patrón más en común, la gente se dirigía a mí en vez de con ellas para resolver dudas o negociar algo; suponemos que era algo cultural de solo mirar o hablarle al hombre, aunque obvio fue irrespetuoso ese trato para con mis hermanas. En fin, la gente podía ser tan amistosa como también la más grosera, un contraste tremendo que adicional al el inglés —apenas entendible— hizo que pusiéramos muchas barreras, hasta con los niños que de la nada te jalaban para que les compraras algo.
Llevábamos sólo 8/17 días fuera de la burbuja de lo que fue Varkala y el YTT, pero habían sido suficientes para sentirnos abrumados, drenados, vulnerables. Esto que te platico es solo la punta del iceberg desde mi perspectiva, desde este acto de protección ante todo el acoso y sobre estimulación, demostrándoles lo mucho que las quiero. Porque no hay que olvidar lo más importante…
India no es un lugar que solo se ve, se siente.
En especial al inicio en Varanasi donde la energía de vida y muerte, del día y la noche, del silencio y ruido fueron el marco para compartir los momentos que más nos dejaron huella y nos sacudieron como ningún otro lugar en el mundo. Tanto fue su impacto que días posteriores continuamos somatizando lo que vivimos, porque había que soltar aquello que merecía morir dentro de nosotros así como para integrar la experiencia y expandirnos en consciencia. En los demás destinos hubo otro tipo de movimiento energético no tan provocador, más iniciar así de intenso nos llevó a aplicar cada herramienta física, mental, emocional y espiritual que tuviéramos a nuestro alcance y con mucho amor sostenernos juntxs.
De no ser por ese amor de hermanxs, recorrer este camino en el norte de India hubiera sido casi imposible. Estar para el otro, con lo que cada quien aportó desde la presencia y con su sabiduría fue esencial para dar cada paso. Y no me refiero solo a movernos por cada uno de los lugares que visitamos, también en el viaje que hicimos hacia adentro, en el que tuvimos el coraje de: estar con nuestras sombras y contagiarles de luz, enfrentar condicionamientos y liberarnos de ellos, hablar desde el corazón sin importar el miedo, de reflejar nuestro brillo —aún sintiéndonos en la oscuridad— para quien necesitara reconocerlo en si mismx.
Más adelante te hablaré de la devoción, por mientras resalto que entregar así el corazón, para con ellas como para conmigo mismo, fue un acto de romance. Uno que se demuestra desde el amor incondicional que tienes para con todas tus facetas como ser humano, para con otrxs al sostenerles y con la divinidad que hay en ti.
India es sólo para los Románticos.
Para quienes creen en este tipo de romance y están dispuestos a sentirlo.
Esta experiencia fue un verdadero Salto de Fe. India pone todo de si a tu favor para que te impulses hacia una versión de ti que ama la abundancia de su sensibilidad, tenacidad, flexibilidad, inocencia, sabiduría y profundidad — por mencionar algunos aspectos que sentí que se mostraron en este viaje.
Ahora te cuento de cómo reconocimos un poco de esta versión de nosotros en cada destino, pero lo haré desde unos lentes distintos a los que use como turista…
Hace varias semanas, cuando planeé escribir esta reflexión pensé en que haría una carta por cada uno de los destinos: Varanasi, Jaipur, Agra, Rishikesh y Nueva Delhi. Pero al colocar el título me di cuenta que me gustaría hablarte de qué significa ese romance para mí, cómo lo percibo y cómo me ayudó a no solo sobrevivir a la India, sino a rendirme—desde la aceptación— a recibir toda la energía de creación, destrucción y balance que se movió dentro y fuera de mí.
El amor envuelve cada instante de nuestras experiencias, manifestándose en múltiples formas para expandirse: ya sea desde un amor inocente, compasivo, magnético, protector, abundante, empoderador, etc. Es una energía y fuerza pura que une un gran tejido con sus hilos invisibles, invitándonos en él a vivir presentes y mostrar cada fibra que une nuestra esencia.
Qué mejor para describir este amor y el romance en esta carta que combinando un tema que me apasiona, que es el Diseño Humano y lo que te enseña en sus “4 Puertas del Amor” (15, 10, 25 y 46) que están presentes en el Centro Energético “G” que muestra las rutas del amor, la identidad y un sentido para con la vida.
Como son 5 destinos, pues voy a agregar una manifestación de amor más de mi propia cosecha: la Puerta 28 qué está en el Centro Energético del Bazo. Una de mis favoritas.
Y de paso te voy compartiendo fotos que probablemente viste en mis Notas de Substack o Stories de IG, o tal vez no y con gusto te las dejo aquí también…
Varanasi :: Amor a la Humanidad
Puerta 15 - de los Extremos
Curiosamente mi Quirón está en mi Puerta 15, su siddhi es el “Florecer” y su don el “Magnetismo” que se activa en el equilibrio, flexibilidad y amor de los extremos de mi ser y en especial teniendo afinidad con los diversos potenciales y expresiones de lo que veo en la humanidad que me rodea. Si lo veo desde la temática de sanar mis heridas, la energía de esta puerta me recordará la importancia de adaptar mis ritmos a situaciones cambiantes y aprender a fluir en ellas sin resentimiento ni juicio, para no quedarme atrapado en la monotonía de una vida “vacía” o para no repetir interminablemente patrones en los que no me comprometo a una vivir una llena de vida.
Varanasi me retó a alinearme full a esa energía y experimentar muchas cosas más. Aprendimos a amar esta ciudad con todo y sus extremos. Tuvimos que adaptar nuestro ritmo y ampliar nuestro umbral de aceptación sí o sí, de lo contrario este destino nos atraparía y drenaría en todos los sentidos posibles.
Llegamos aquí prácticamente sin dormir la noche anterior ya que volamos esa madrugada desde Varkala (con escala en Delhi), con la anécdota adicional de que casi me desmayo esa noche por un sobre esfuerzo físico que asustó a varixs. Una vez llegamos por la tarde y nos instalamos en nuestro AirBnB, nos topamos con la primera dificultad de conseguir un tuk-tuk que entendiera a dónde queríamos ir, aunque pronto ese sería el menor de nuestros problemas. Tan solo en nuestra primer visita a uno de sus ghats, fue tanta la contaminación visual, olfativa y sonora que optamos por no explorar más de la cuenta esa noche y buscar refugio en un café —en lo alto de un cuarto piso— para tratar de asimilar el absoluto contraste del que veníamos y descansar un poco de la travesía de +24hrs.
El día siguiente, con un poco de sueño recuperado, intentamos establecer nuestro ritmo más no sabíamos que esto sería inútil. Entramos en un forcejeo constante al recorrer sus ghats y callejones ya que, aunque caminábamos sin rumbo fijo, nos perdimos en varias ocasiones y la gente empezaba a incomodarnos; sin olvidar mi primer paseo en moto —forzado— que (por como manejan allá que se quieren atropellar entre sí) me hizo perder por completo el miedo a subirme a ellas. Una cafetería escondida donde un chico israelí nos tocó un cover de Your Song de Elton John y un restaurante con vista al Ganges fueron los botones de emergencia que pulsamos para dar una pausa y conectar emocionalmente con lo que habíamos atravesado en todo ese día con tanto sobre estímulo. Pobres ilusxs que éramos, solo era la primer oleada, remolino, temblor, etc. de lo que se vendría.
El segundo día fue el mejor de todo el viaje, y me refiero al que tuvimos en todo el norte de India. Desde antes del amanecer vimos a nuestro guía, Rohit, quien nos llevó en bote a recorrer el Ganges y fue ahí que sentimos que todo valió la pena.
Es importante que sepas esto: El Ganges no solo es un río, es una metáfora viva del ciclo eterno de la vida: la muerte y el renacer. Es aquí donde nuestra humanidad se encuentra cara a cara con su impermanencia, y a la vez, con su eternidad. Se le honra como a una presencia viva y sagrada: es vista como Shakti en movimiento, como una deidad y como una madre divina que te acompaña con compasión a bañarse en sus aguas para purificarte de viejas cargas, de karma acumulado de otras vidas, de historias que ya no te definen. Es el último destino de quienes están listos para soltar su cuerpo físico y emprender el viaje del alma hacia la liberación (moksha). El Ganges no distingue entre vida y muerte, lo abraza todo.
Por eso es que navegarlo, comprendiendo su significado, fue algo hermoso, en especial cuando tuvimos un tiempo para hacer una meditación grupal del otro lado del río. La necesitábamos más de lo que imaginábamos. Mientras estuvimos ahí sentimos cómo temblaba la arena, cómo nos aliviaban los rayos del sol, como cada respiración sanaba, como cada mantra nos traía mucho amor. Canté ahí el Gayatri Mantra para mis hermanas y te juro que nunca habrá un momento tan mágico como ese en el que me sentí tan en paz y expansión, pero sobre todo unido espiritualmente a ellas.
Luego Rohit nos llevó por el mejor chai que probamos en toda India y después de explicarnos más de la historia de Varanasi, nos condujo a una tienda magnífica de telas y posteriormente nos dejó en un restaurante local en donde aprovechamos el impulso y apertura emocional para platicar, ya solo entre hermanxs, de nuestras proyecciones de vida, de corazones rotos y lo que admiramos unx del otrx. Pero luego de ahí entramos al caos por horas: dando decenas de vueltas para ubicar inútilmente un cajero (atm), intentando soportar el calor y la incomodidad del acoso de la gente por venderte algo, escuchando nuestra intuición para evitar subir a tuk-tuks que nos querían engañar y más. Escapamos por fin y fuimos a hacer una visita a un templo de Hanuman para luego ir al AirBnB a recargar energías y volver por la tarde con Rohit a un recorrido por más templos y asistir debidamente a una ceremonia de Ganga Aarti en el main ghat.
Para no decepcionar nuestras falsas ilusiones, el tuk-tuk nos dejó muy lejos de donde le pedimos llegar y tuvimos que caminar casi 2 km con el miedo constante de ser atropellados y con solo papitas y refresco en el estómago. Un par de días me bastaron para convertirme (casi) en un experto en evitar los peligros de las calles y cuidar ahí de mis hermanas, procurando que nadie las molestara y estar atento a lo que necesitaran; el precio a pagar por esa habilidad fue que mi sistema nervioso estaba en estado de lucha todo el tiempo, así que ya te imaginarás que mi cuerpo en realidad nunca tuvo descanso.
Llegamos exhaustos y tarde con Rohit, pero con su amabilidad y empatía nos siguió demostrando porqué Varanasi también es un lugar que llegas a amar si te entregas a él abierto de mente, corazón y espíritu. Antes de asistir a la ceremonia, vimos templos pequeños hermosos escondidos en los callejones y, para no fallar con las sorpresas, a un hombre prácticamente desnudo con sable en sus genitales. Se hizo de noche y Rohit nos apresuró para alcanzar a visitar un par de lugares más, entre ellos el lugar que más nos impactó de todos.
Estar en los crematorios fue el momento de mayor shock en el viaje —y uno de los más fuertes energéticamente en mi vida. Era un ambiente tan pesado, oscuro y paralizador que ni el fuego de ahí avivaba nuestros corazones. El cuerpo mismo nos obligó a no sacar fotos, era todo un ritual que parecía normal para ellos pero en nuestro caso no duramos ni 5 minutos ahí, le pedimos a Rohit salir casi de inmediato. Mis hermanas somatizaron esos instantes más que yo, a tal grado de enfermarse al día siguiente, pero en mi caso sentí que tocaba soportar y estar ecuánime para seguir como un pilar para mis hermanas el resto de la experiencia.
Al día siguiente nos fuimos de Varanasi, creyendo que la fuerza de ese amor por la humanidad hizo que más allá de sobrevivir, somos capaces de entregar el cuerpo, mente y corazón a lo incomprensible. Sus luces y sombras, sus extremos fuera de toda razón y la devoción que emanó Varanasi fue lo que más nos enamoró de ella. Sí, la ciudad se encargó de sobre estimularnos y drenarnos de energía, pero a la vez sentimos que nos faltó más por conocer y experimentar en ella, abrazarla más.
Siempre nos enseñó que podemos trascender la intensidad de cualquier situación con presencia, paciencia y compasión. Con el corazón abierto encontramos más que belleza dentro de su caos, era su misma humanidad y vimos en ella un reflejo de la de nosotrxs mismxs. Que podemos abordar la vida con sus cambios de ritmo y flujo constantes, si es que la vemos con un filtro de inocencia a lo que nos regala. Así dejamos de temerle a los extremos de la vida y en su diversidad expandirnos.
Jaipur :: Amor al Cuerpo
Puerta 46 - de la Determinación del Ser
Volamos de vuelta a Delhi y enseguida subimos un transporte privado hacia Jaipur. Ahí se unió Fer a nuestro grupo, quien viajó también desde Querétaro (México) para acompañar especialmente a nuestra hermana Cela. Un tremendo integrante con quien conectamos fácilmente, no solo por su conocimiento e interés ferviente en la filosofía de yoga y la India, también por su calidad humana, devoción y curiosidad tan activa como la de nosotros.
Nos instalamos en un AirBnB que nos pareció un pequeño palacio luego de estar más de 33 días con menos comodidades. Y aunque estaba retirado de nuestros destinos turísticos, encontramos a solo 5 min caminando la mejor cafetería de toda India; lugar que no dejamos de visitar cada día y que nos trajo también momentos de mucho deleite. Pero bueno en realidad el viaje empezó cuando llegamos a los templos aledaños al Amber Fort.
Sin tomar en cuenta el Akshardham en Delhi, y tal vez el Taj Mahal en Agra, entrar al templo de Krishna Meera nos cautivó sin igual. Su arquitectura era maravillosa, el detalle en cada rincón era impresionante y estar ahí nos trajo mucha serenidad. Teniendo mi Sol en el signo de Libra, fue inevitable admirar su belleza y contemplar que la divinidad puede tener un templo digno de ella.
Aquí también meditamos y dejamos nuestras intenciones a Krishna. De acuerdo al texto del Bhagavad Gita, esta deidad nos invita a ver el cuerpo como ese vehículo sagrado con el que encarnamos nuestro dharma en completa voluntad y presencia. Que no hay separación entre lo físico y lo divino. De ahí la importancia de: honrar nuestro cuerpo como si fuera un templo, confiar en que cada experiencia terrenal tiene propósito, entregarnos a la danza de la vida con amor, deleite y determinación. Fue aquí que me hizo mucho más clic —y se lo dije a ella— lo que me había platicado Andrea en nuestro episodio de Saltos de Consciencia Podcast. Por eso me encantó sentir aquí como una conversación de hace un año se integró con lo que viví desde que llegué a India y cómo lo que experimenté en este templo.
Tanto el Amber Fort con su Shesh Mahal, como el Shri Govardhan Nath Ji Ka Mandir y por supuesto el famoso Hawamahal, fueron más representaciones de lo hermoso que puede ser India para con su historia y religión. No hay mucho que contar más que nos entretuvimos visitando (y haciendo demasiadas travesuras de compras conscientes) estos puntos turísticos, entre otros templos, tiendas y museos. Sin olvidar que en nuestra última noche nos reunimos con nuestra hermana de YTT Ana quien junto con su novio también estaban viajando por el norte de India. Una plática deliciosa en la que, además de haber chisme, también se intercambiaron sensaciones de cómo nos estaba impactando el viaje en nuestro cuerpo.
Por todo esto es que relaciono a Jaipur con esta Puerta 46, su siddhi es el “Extasis” y su don el “Deleite” que se activa en el profundo placer y gozo que llega al soltar la mente y abrir el corazón a las experiencias que nos hacen sentir vivos y alineados a la dirección que se le entregó al alma para con su misión. Al dejar de tomar la vida tan en serio, un movimiento “sensual” guía tu cuerpo a apreciar la belleza de las cosas tal como se presentan, de ahí que surgen los momentos de serendipia en nuestra vida. Desde esa ligereza seguimos con naturalidad y determinación el flujo de la vida y es una de las formas más amorosas de venerar nuestro cuerpo.
Lo que la Puerta 46 y Jaipur me susurraron fue amar el viaje físico tanto como el espiritual, confiar ciegamente en la sabiduría interna que tiene el cuerpo como templo y canal de conexión con el alma. Me recordaron de dejar preocuparme a que la vida fuera distinta a lo que ya es y contemplar la abundancia en mi vida. A final de cuentas llegué a ese templo por una serie de sincronicidades y estas se dieron gracias al amor que le di a mi cuerpo desde hace un año que intencioné mi viaje a India y encarné mi dharma en la vida sigo co-creando con el universo.
Agra :: Amor con Propósito
Puerta 28 - del Jugador
Después de Jaipur nos trasladamos en nuestro transporte a Agra. Planeé que llegáramos por la tarde al Mehtab Bagh, el “jardín trasero” al Taj Mahal que visitaríamos a la mañana siguiente. Ahí recordamos lo que tanto decíamos cada que nos sentíamos exhaustxs durante el YTT: “Ya que se acabe y vámonos al Taj”.
Caminamos sin prisa, no había más que disfrutar la vista y hacer nada. Habíamos llegado a la ciudad donde está una de las siete maravillas del mundo moderno. Y como lo sospechaba, no sentí me sentí realizado de haber estado ahí.
A ver, voy escribir esto con total transparencia aunque a algunos ofenda mi opinión. Visitar Agra no fue (hablo por mí) una de esas experiencias mágicas que liberan las lágrimas de felicidad o son el inicio del cuento de un eterno romance. Tampoco tuve grandes revelaciones como en los otros destinos. Ni siquiera sentí una conexión emocional especial al ver por primera vez el Taj Mahal. Aunque confieso que lo que sí noté fue que algo dentro de mí se “selló” sutilmente, y que viene de un anhelo profundo de antes, el cual traje ahí con la siguiente pregunta:
¿Qué voy a co-crear para trascender con mi vida?
desde el amor incondicional y que sobreviva al paso del tiempo, así como el Taj Mahal.
En el Taj, sentí más bien una admiración por la pasión y el amor transformado en propósito que inspiraron sus construcciones. El emperador Shah Jahan, levantó ese símbolo de amor a su esposa y quiso que su majestuosidad le honrara por siglos, incluso si la muerte estaba de por medio. Caminando a sus alrededores me vi llegar a un punto de inflexión interno, en el que parecía cruzar el último umbral de las dudas, la impaciencia y la soledad para ver frente a mí una razón de elevar el nivel de amor con el que voy a honrar cada acto al que le apuesto en mi vida, consciente de mi tenacidad y los riesgos, incluyéndome como ese gran proyecto de vida para trascender el miedo a morir sin haber vivido una vida que “valga la pena”.
Hoy no comparto —románticamente— los instantes de la vida más especiales con mi alma gemela, más sé que ella sabrá ver que en mi propósito está el co-crear y compartir una historia que perdure, que esté llena de vida y de significado, en la que cada experiencia se sienta “que valga la incertidumbre”, inmortal, infinita. Y lo mismo para con mi tribu, que me entregaré a ellxs para acompañarles con mis experiencias y dones a descubrir, cumplir y proteger sus propósitos, porque sin duda alguna dejarán una huella única que todxs admirarán por su esplendor, fortaleza y amor. El acto de sostenerles es mi versión del Taj Mahal para ellos, es una de las múltiples formas de vivir mi propósito de servicio y extensión de mi dharma.
Eso también logra la energía de la Puerta 28, puede transformar el dolor en un legado, el miedo a la muerte (y el oblivion) en una maravilla de arte que nace de un amor sincero y completo, la tenacidad en majestuosidad. Muestras de romance por las que te juegas la vida a fin de un propósito. Su siddhi es la inmortalidad y esta se refiere a la rendición intuitiva a tus miedos más profundos para conectar a un nivel de consciencia tan pura que te impulsa a confiar en dar saltos de fe cada vez más grandes para vivir tu vida en total devoción a lo que le aporta significado.
El final de esta visita en Agra ya te lo conté al inicio de esta reflexión. Y por ello aprovecho este punto de la carta para dar un breve cierre o paréntesis a este relato.
Apenas van 3/5 destinos con sus respectivas puertas del amor, los siguientes pares también son claves para comprender el amor incondicional que nos envolvió en este viaje. Puedes continuar la historia en esta carta:
India es de Valientes
“India es de valientes”, porque no cualquiera se atreve a responder a su llamado, a exponerse a tanto estímulo para los sentidos, a dejarse llevar en su provocación emocional y aceptar su invitación a transformarse en la incomodidad e incertidumbre. Es de valientes no huir y atraves…
De momento me despido con lo siguiente:
Mi Dharma es...
Enseñar que es posible conectar con nuestro fuego sagrado, incluso en medio de la oscuridad. Guiar con su calor y luz a otrxs al caminar hacia el más alto de sus destinos. Sostenerlos con amor, autenticidad y significado.
: Emprender la historia que nos honre ::
Narrar la belleza de nuestra transformación y propósitos. Provocar nuestra alma a experimentar y expandirse a sus infinitos potenciales. Compartir intuitivamente las palabras que toquen nuestros corazones y los de otrxs.
Te mando un abrazo desde “Lazy Cats”, una de mis cafeterías favoritas de Ubud 🇮🇩!
- Josh, Om Aieem Namah.
¡Wow! Sentí cada una de esas emociones contigo. Como persona altamente sensible, creo que India me estresaría demasiado 🤣. Has reflejado ese amor y ese romance de una manera tan viva que me sentí allí contigo. Cómo siempre, es un gusto leer sobre tu proceso 🫀✨ ¡Un abrazote, querido mío!